El paseo no terminó aquí, teníamos toda la
mañana por delante!. Decidimos hacer un break en un cafecito adorable, y ya
dentro e instalados nos dimos cuenta que de adorable no tenía nada.
Para empezar, la mesa estaba sucia. Cuando
por fin se acercó una moza, barrió las migas y papelitos que se fueron en caída
libre derechito al piso. Luego le pasó un trapo que complicó aún más la
situación, dejando la mesa húmeda y con olor a lavandina. Para poder ir al baño
tuve que pedirle la llave a “la encargada”….. ¿De qué tienen miedo? ¿Alguien
alguna vez se robó un inodoro?. Luego del café con leche y dos medialunas
olvidables, continuamos nuestro raid libreril un rato más, nos compramos unos
libros que nos harán dichosos toda la vida y partimos hacia la casa de mi papá
a buscar tesoros.
Ya
en el camino tuve mi primera recompensa. Justo me llama mi mamá por teléfono
cuando veo sobre una verja, cinco cajones de cómoda que alguien había sacado
para tirar. Sin cortar empecé a pedirle a mi marido desesperadamente que diera
la vuelta a la manzana porque obviamente quería ganarles a otros cartoneros y
alzarme con el botín!
Ya en la puerta de la casa (bah! estacionó unos
metros más adelante, no vaya a ser que alguien lo vea y/o relacione con la
ciruja que les habla) y previa advertencia innecesaria “te bajás vos eh!”, bajé del auto. Cuando los pude ver de cerca, me
parecieron demasiado perfectos para que los hayan sacado como basura.
Golpeé las manos para preguntar, viendo de
reojo como mi marido se hacía más chiquito en el auto para que nadie lo viera
atrás del asiento.
Nada.
Golpeé otra vez un poquito más fuerte.
Nada.
En la ventana, un perrito Pomerania me
ladraba como loco y yo, a escasos metros de él en la vereda, no escuchaba ni medio
“guau”. O hacía la mímica, o estaba operado de las cuerdas vocales, o eran
vidrios blindados porque no se oía nada.
Como hace mil años que vivo en un pueblo,
me había olvidado que en Córdoba nadie le abre la puerta de calle a
desconocidos. Pero, justamente, yo me quería presentar y preguntar amablemente
si me podía llevar esos cajones. Por ahí los estaban por pintar o trasladar y
yo me los robaba.
Me acerqué y golpeé la puerta.
El Pomerania me odió (y mi marido también)
pero logré que se asomara por una ventanita con rejas una chica con cara de
pocos amigos. Le pregunté por los cajones, me dijo que efectivamente eran para
tirar, le pregunté si me los podía llevar, me dijo por supuesto llevalos, y ahí
le dije que los quería para hacerlos cuadros, y usarlos de marcos. Abrió grande
la boca y en los ojos noté un destello de “¿Cómo no pensé en eso antes?”, y se
quedó mirándome impotente mientras me los cargaba en el baúl mi marido, que a
estas alturas ya se le había pasado la vergüenza.
Llegados a lo de mi papá y tras los saludos
de rigor (hooooola como andan, abrazos, muchas risas, alegría a flor de piel), fuimos
al galponcito. De la lluvia hacía rato que no había ni rastros, pero Odie, un
mastín napolitano más bueno que Lassie, se encargó de babosearnos y embarrarnos
con sus patas a modo de bienvenida.
El galpón, antigua conejera de los dueños anteriores
de la casa, tiene una puerta de rejas por la que se ingresa a una especie de
zaguán en el que hay tres puertas más.
Tras la puerta de la izquierda hay una
habitación que alberga muebles en desuso, algunos heredados y otros
reemplazados por más nuevos, que están ahí en una especie de limbo, esperando
supongo yo su juicio final.
Tras la puerta enfrentada a la de rejas se
encuentra una especie de corralón de materiales, es el típico la biblia y el
calefón. Conviven sin ningún problema aberturas de demolición, cajas
discontinuadas de cerámicos, andamios, maderas de obra, rejas, perfiles, caños,
tachos de distintas índoles y capacidades, junto a otras cosas que ni sé que
son, porque están tapadas, que mis primos dejaron allí provisoriamente (léase
“para siempre”) mientras se acomodaban tras una mudanza y llevan años y años
juntando polvo.
Tras la puerta de la derecha está el
paraíso. No puedo entrar a esta estancia sin querer abarcar todo con la mirada
de una sola vez y guardarlo en mi memoria para siempre. Hay tantos trastos bellos,
tantos sentimientos, todas las cosas tienen vida, todas me hablan a la vez,
todas son en sí mismas incomparables y valen oro para mí. Cada vez que entro en
esta habitación, lo hago con mi papá. Y él siempre me muestra y habla de algún
objeto diferente. Sabe perfectamente la historia de cada unidad que allí se
encuentra. De quien era, quien se la regaló, cuántos años tiene, para que
servía, el árbol genealógico de su dueño anterior, lo que él tiene pensado
hacer con esa cosa, cuándo se rompió, como quiere arreglarla y para quien. Él
no lo sabe, se va a enterar ahora si rompe la barrera tecnológica y lee mi
blog, pero para mí, estar allí con él, escuchar sus historias, mirar cada silla
rota, ver y tocar los planos (es ingeniero civil) de cada una de sus obras,
todos perfectamente organizados en carpetas que llenan y llenan estanterías, es
el mismo cielo, es la gloria, es el Olimpo! Amo profundamente a mi viejo, y no
voy a caer en el lugar común de decir que es el mejor papá del mundo, pero lo
es! Jaja. Y ahí, en ese rinconcito pequeño, olvidado del planeta y con bastante
olor a humedad, siento una conexión muy fuerte con él, allí puedo sentir
claramente su alma, y tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no largarme
a llorar, (tal y como estoy llorando ahora mientras escribo), porque me
emociona hasta ese punto charlar con él de esas cosas en ese lugar mágico.
Bueno,
en definitiva, me regaló un montón de cosas preciosas, que iré a buscar mañana
y que luego les mostraré en fotos.
Hoooolaaaa Jorge!!!!!! que lindo venir al blog y encontrarme con tu comentario!!!!! Muy filosófica definición de estilo! jajaja. Que bueno que te gustó el blog! Y nada más que a pedido tuyo que querés más, acabo de publicar una entrada imperdible, con una invitada de lujo que nos enseña a empapelar con diarios viejos! A ver si te animás a intervenir con estilo algún rinconcito de tu casa!!!! Besos!!!!
ResponderBorrarYo también me hubiera emocionado levantando 5 !!! cajones de cómoda en perfecto estado....mi marido también me hubiera dicho....te bajás vos.....me hubiera odiado....para después pasársele al ver el destino de los mismos.....Viva el cirujeo...y más si es en el interior...jejje Eso sí....quiero ver el terminado !!! Bss
ResponderBorrarMás allá del fin de tu blog, la decoración.. el estilo, la búsqueda de objetos para personalizar..me quedo con la emoción que dejaron tus sentidas palabras a tu padre en mí. A pocos días de perder a mi querido viejo, pude sentir en lo más profundo de mi corazón como si hubiese vivido esas charlas que tan bien describís Pía, Amor y admiración incomparables.. Te quiero!!
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