Ante mí, y cual aparición surrealista,
estaba la imagen vívida, palpable, en 3D, de lo que yo tenía en la cabeza!
Era un negocio de sellos. Nuevo para mí que
hacía catorce años que no pisaba el centro de Córdoba. Tenía un gran ingreso en
el medio enmarcado por dos grandes escaparates. En los dos había sendos muebles
antiguos repletos de cajones tipográficos. Siiiii, cajones tipográficos de esos
que es tan difícil (y caro) conseguir! Por lo único que no largué el paraguas,
rompí la vidriera con una piedra y salí corriendo con un cajón en cada mano,
fue por lo que vi detrás.
Las paredes de la vidriera estaban empapeladas
con hojas de libros!!!!!!
Por supuesto que entramos al negocio y como
niños en una juguetería no hicimos más que llamarnos mutuamente al grito de:
-“mirá!!!!”
-“vení a ver eeeeesto!!!!!”
-“no lo vas a poder creer!!!!!!”
Cerrada.
Nos quedamos un tanto perplejos mirando la
vidriera llena de polvo, con un montón de ejemplares de libros que ya ni
existen, que se extinguieron junto con los dinosaurios y que vaya uno a saber
cómo, fueron a parar allí desconociendo que ya no quedaban otros de su especie.
Se ve que nuestras caras de desilusión
fueron tan evidentes que una mujer, dueña de un local vecino (también librería
pero más moderna) nos dijo: “chicos!....
buscan un libro?.... está acá la señora….tomando un té!” (sic).
Nos acercamos desconfiados. Cual gato
curioso asomé la puntita de la nariz por la puerta y me encontré con una escena
de lo más bizarra.
Efectivamente había una señora sentada en
una sillita tomándose un té.
Desde mi posición podía verla de atrás,
apenitas de perfil. La dueña de la librería me miraba con una expresión tan
amigable en los ojos!. Como invitándome!. Como animándome a entrar. Me miraba a
mí, la miraba a la señora, me volvía a mirar a mí, y siempre con una cuasi
sonrisa en los labios.
Di un paso más, y ya dentro de la librería,
con una expresioncita un tanto tonta en la cara, mi mirada también iba
alternando entre la dueña y la señora, otra vez la dueña y otra vez la señora, que
por cierto permanecía imperturbable. Parecía ajena a todo a su alrededor.
Ella seguía tomándose su té con el diario
del día en la mano. Me llamó la atención que estuviera leyendo con fluidez sin
lentes, considerando su edad. Pero sí, luego lo comprobé, podía leer
perfectamente cualquier letra, aún las más chiquitas sin ningún problema.
En eso estábamos cuando por fin se dio
vuelta hacia nosotros sonriéndonos ampliamente. Nos miró como reconociéndonos! Es
como si nos hubiera estado esperando allí por años!
Continuará…….
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