jueves, 26 de mayo de 2016

Talento al cuadrado


Sentarse frente a la máquina y empezar a escribir un blog por primera vez, no es fácil. Es como tirarse a la pileta desde el trampolín más alto. Cuando después de revisar y corregir una y mil veces por fin llega el momento de apretar “publicar”, se siente la misma adrenalina que en la montaña rusa, mezclado con la idéntica sensación de dejar a tu único hijo por primera vez en Jardín de Infantes. “¿irá a estar bien? ¿lo tendría que haber corregido una vez más? Ay no!!!! ¿Qué hice?”, son algunas de las preguntas que empiezan a aparecer sin permiso en mi cabeza, pero la más recurrente es sin dudas “¿Quién lo leerá?”.

Puedo decir, sin temor a equivocarme, que comenzar a escribir este blog y posteriormente abrir una cuenta de Instagram, me han transformado en una persona más feliz. Pero sobre todas las cosas me han dado la inconmensurable posibilidad de conocer la gente que estaba detrás de esa última pregunta. Ahora sé quien lo lee. Gente hermosa, llena de talento, generosa, encantadora.

Una de esas personas que llegaron a mi vida como un regalo cortesía de mi blog, nos comparte este tutorial. No se imaginan las cosas que hace!!!! Es una genia!!!

Ella y su marido son dos artistas de la restauración, hacen cosas maravillosas. Tienen una mano y un ojo clínico formidable. Poseen un descomunal buen gusto para ver en lo que otros tirarían a la basura, el potencial para transformarlo en una obra de arte.

Habiendo visto fotos de un cuarto de baño intervenido por ellos, me pareció una idea genial y un lujazo, invitarla a sumarse a esta aventura decorativa en la que estoy embarcada.

Presten mucha atención porque nos va a enseñar el paso a paso de empapelar una pared con hojas de papel de diario…… y no cualquier diario…… pasen y vean!!!!!

Los dejo con ella:

En 2014 abandoné mi querido blog... por distintas circunstancias de la vida perdí el entusiasmo y las energías para continuarlo, pero casi sin quererlo tuve revancha gracias a las nuevas tecnologías, que me llevaron a conocer Instagram. Esta fascinante aplicación también me brindó la posibilidad de conocer gente valiosa y con mucho talento, como María Pía, de Puesto Viejo Deco, quien me abrió sus puertas en esta oportunidad para compartirles un tutorial o “DIY” condimentado con una de mis tantas historias personales relacionadas con la decoración y los objetos con alma...

La historia del papel detrás de este proyecto: Lo encontramos dentro de unas cajas de repuestos del taller del abuelo de mi marido. Llegó desde Indianapolis, U.S.A. en los 50's y su función fue la de proteger autopartes. Autopartes que fueron valiosas alguna vez, pero que nunca se vendieron y hoy tienen un valor ínfimo comparado al de este maravilloso papel... El estreno de una peli de los años dorados de Hollywood con Grace Kelly y Frank Sinatra, el intenso sabor de los chicles Wrigley's y la última tecnología de los TV RCA reviven en mi pared “a diario”. Que viva la oldschool y sus objetos únicos e invaluables!


MATERIALES:

* Ganas ( cantidad necesaria ).

* Papel de diario, hojas de libros, revistas, cartas o cualquier tipo de papel que encuentren y les encante.

* Adhesivo para empapelar ( Wepel o similar ) y agua.

* Pincel ancho y batea de pintura ( o un bowl, botella cortada o lo que tengan a mano ). Es para contener el adhesivo preparado.

* Barniz ( recomiendo por su acabado el satinado de Sherwin Williams ).

* Aguarrás ( para diluir el barniz y luego limpiar el pincel ) o bien pueden usar también barniz al agua si no se quieren complicar mucho.

* Tijera y cutter.

* Papel o cartón para cubrir el piso y un trapo húmedo por si manchamos con adhesivo donde no debemos.


PASO A PASO:

Una vez que hallaron su papel ideal, lo pueden aplicar en una pared, como en este caso, o bien en un mueble, cajón o lo que gusten personalizar. Tengan en cuenta que cuanto más fino es el papel, más fácil será moldearlo. Si es algo grueso, recomiendo lo utilicen solo en superficies planas o que no tengan bordes redondeados, porque es posible que les queden globos o arrugas rebeldes.

Si el papel es muy viejo, como el de este tutorial, tengan en cuenta que es posible que se quiebre o desarme. Hay que tener paciencia, y si no queda liso... bien! lo lograron, es lo que le otorga su carácter especial y único.


Antes que nada nos tomamos el tiempo necesario para cubrir el piso para evitar mancharlo. Colocamos el adhesivo en la batea, lo mezclamos con agua hasta que no queden grumos y tenga textura liviana. Lo aplicamos generosamente con pincel sobre la pared, siempre en paños apenas más grandes que cada hoja que vayamos a pegar. Posicionamos el papel sobre la pared y nuevamente otra mano de adhesivo por encima hasta humedecer bien todo el papel, siempre chequeando que no queden globos, ya que luego será tarde para corregir porque el papel se endurece con la forma que quedó.

   Una vez seco, podemos recortar y emprolijar los excedentes de papel de esquinas y bordes con la ayuda de un cutter o tijera. Si lo intentamos hacer con el papel húmedo, corremos el riesgo de estropear el trabajo.


Por último, vamos a aplicar un producto que proteja nuestro querido papel y nos brinde la posibilidad de poder limpiarlo luego con mayor facilidad. En este caso utilicé el barniz satinado de Sherwin Williams. Es mi favorito! el acabado es genial, y sobre madera ni les cuento!! queda súper natural.




Importante: lo aplicamos siempre bien diluido en aguarrás. De esta manera seca más rápido entre manos y queda perfectamente uniforme y sin vetas del pincel.

Ahora si! a contemplar y disfrutar con orgullo de nuestro trabajo!




Hasta la próxima!


Les gustó tanto como a mí? Verdad que si!!!!!!! Que hermoso trabajo!!!!

Gracias!!!! Gracias titánicas!!!! Voluminosas y épicas Gracias!!!!! Estoy orgullosa de haber contado con esta invitada de lujo!!

Y ahora sí, con toda esta info, me voy a poner de cabeza a intervenir mi dormitorio. Si no aparezco en unos días, ya saben lo que estoy haciendo!!!!

miércoles, 4 de mayo de 2016

Vintage vintage! (cuarta parte……y última!!!!)


El paseo no terminó aquí, teníamos toda la mañana por delante!. Decidimos hacer un break en un cafecito adorable, y ya dentro e instalados nos dimos cuenta que de adorable no tenía nada.

Para empezar, la mesa estaba sucia. Cuando por fin se acercó una moza, barrió las migas y papelitos que se fueron en caída libre derechito al piso. Luego le pasó un trapo que complicó aún más la situación, dejando la mesa húmeda y con olor a lavandina. Para poder ir al baño tuve que pedirle la llave a “la encargada”….. ¿De qué tienen miedo? ¿Alguien alguna vez se robó un inodoro?. Luego del café con leche y dos medialunas olvidables, continuamos nuestro raid libreril un rato más, nos compramos unos libros que nos harán dichosos toda la vida y partimos hacia la casa de mi papá a buscar tesoros.

 Ya en el camino tuve mi primera recompensa. Justo me llama mi mamá por teléfono cuando veo sobre una verja, cinco cajones de cómoda que alguien había sacado para tirar. Sin cortar empecé a pedirle a mi marido desesperadamente que diera la vuelta a la manzana porque obviamente quería ganarles a otros cartoneros y alzarme con el botín!

Ya en la puerta de la casa (bah! estacionó unos metros más adelante, no vaya a ser que alguien lo vea y/o relacione con la ciruja que les habla) y previa advertencia innecesaria “te bajás vos eh!”, bajé del auto. Cuando los pude ver de cerca, me parecieron demasiado perfectos para que los hayan sacado como basura.

Golpeé las manos para preguntar, viendo de reojo como mi marido se hacía más chiquito en el auto para que nadie lo viera atrás del asiento.

Nada.

Golpeé otra vez un poquito más fuerte.

Nada.

En la ventana, un perrito Pomerania me ladraba como loco y yo, a escasos metros de él en la vereda, no escuchaba ni medio “guau”. O hacía la mímica, o estaba operado de las cuerdas vocales, o eran vidrios blindados porque no se oía nada.

Como hace mil años que vivo en un pueblo, me había olvidado que en Córdoba nadie le abre la puerta de calle a desconocidos. Pero, justamente, yo me quería presentar y preguntar amablemente si me podía llevar esos cajones. Por ahí los estaban por pintar o trasladar y yo me los robaba.

Me acerqué y golpeé la puerta.

El Pomerania me odió (y mi marido también) pero logré que se asomara por una ventanita con rejas una chica con cara de pocos amigos. Le pregunté por los cajones, me dijo que efectivamente eran para tirar, le pregunté si me los podía llevar, me dijo por supuesto llevalos, y ahí le dije que los quería para hacerlos cuadros, y usarlos de marcos. Abrió grande la boca y en los ojos noté un destello de “¿Cómo no pensé en eso antes?”, y se quedó mirándome impotente mientras me los cargaba en el baúl mi marido, que a estas alturas ya se le había pasado la vergüenza.





Llegados a lo de mi papá y tras los saludos de rigor (hooooola como andan, abrazos, muchas risas, alegría a flor de piel), fuimos al galponcito. De la lluvia hacía rato que no había ni rastros, pero Odie, un mastín napolitano más bueno que Lassie, se encargó de babosearnos y embarrarnos con sus patas a modo de bienvenida.

El galpón, antigua conejera de los dueños anteriores de la casa, tiene una puerta de rejas por la que se ingresa a una especie de zaguán en el que hay tres puertas más.

Tras la puerta de la izquierda hay una habitación que alberga muebles en desuso, algunos heredados y otros reemplazados por más nuevos, que están ahí en una especie de limbo, esperando supongo yo su juicio final.

Tras la puerta enfrentada a la de rejas se encuentra una especie de corralón de materiales, es el típico la biblia y el calefón. Conviven sin ningún problema aberturas de demolición, cajas discontinuadas de cerámicos, andamios, maderas de obra, rejas, perfiles, caños, tachos de distintas índoles y capacidades, junto a otras cosas que ni sé que son, porque están tapadas, que mis primos dejaron allí provisoriamente (léase “para siempre”) mientras se acomodaban tras una mudanza y llevan años y años juntando polvo.

Tras la puerta de la derecha está el paraíso. No puedo entrar a esta estancia sin querer abarcar todo con la mirada de una sola vez y guardarlo en mi memoria para siempre. Hay tantos trastos bellos, tantos sentimientos, todas las cosas tienen vida, todas me hablan a la vez, todas son en sí mismas incomparables y valen oro para mí. Cada vez que entro en esta habitación, lo hago con mi papá. Y él siempre me muestra y habla de algún objeto diferente. Sabe perfectamente la historia de cada unidad que allí se encuentra. De quien era, quien se la regaló, cuántos años tiene, para que servía, el árbol genealógico de su dueño anterior, lo que él tiene pensado hacer con esa cosa, cuándo se rompió, como quiere arreglarla y para quien. Él no lo sabe, se va a enterar ahora si rompe la barrera tecnológica y lee mi blog, pero para mí, estar allí con él, escuchar sus historias, mirar cada silla rota, ver y tocar los planos (es ingeniero civil) de cada una de sus obras, todos perfectamente organizados en carpetas que llenan y llenan estanterías, es el mismo cielo, es la gloria, es el Olimpo! Amo profundamente a mi viejo, y no voy a caer en el lugar común de decir que es el mejor papá del mundo, pero lo es! Jaja. Y ahí, en ese rinconcito pequeño, olvidado del planeta y con bastante olor a humedad, siento una conexión muy fuerte con él, allí puedo sentir claramente su alma, y tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no largarme a llorar, (tal y como estoy llorando ahora mientras escribo), porque me emociona hasta ese punto charlar con él de esas cosas en ese lugar mágico.
Bueno, en definitiva, me regaló un montón de cosas preciosas, que iré a buscar mañana y que luego les mostraré en fotos.